Se acerca Navidad. Es la época dorada del año de las compras. Se compra todo, la felicidad, las sonrisas, la compañía, los amigos…
…y también los animales. No estoy a favor ni en contra de la compra de animales, aunque se me ponen los pelos de punta al saber cuánto dinero se mueve por tráfico de animales sólo en España (mira aquí). De lo que sí que estoy en contra es de su abandono (mira aquí).
Oigo a algunas madres en la salida del colegio que prometen comprar un perrito de regalo para estas navidades. Son las mismas madres que usan y tiran sin control. O compran y, sin usar, tiran. No compran un perrito, compran un peluche. De esos que, cuando molestan tiran a la basura. De las que te explican que prefieren comprar un animal de raza (???) y cachorrito porque «Es que son más monos, Tesoro» (literalmente). Me dan arcadas.
Según mi parecer, es un gesto generoso el ir a adoptar a un animal a la protectora. Un animal viejecito, o tuerto, o nervioso, o que lleva seis años encerrado. Por que a los amigos no se les escoge por la edad o raza (que asco de palabra). Y un animal adoptado es un gran amigo. Os lo aseguro.