Ya sé que alguna vez ya lo he dicho, hago un dibujo cada día desde hace ya hace casi ocho años. Me sirve como ejercicio diario y me gusta dibujar si tener que seguir ningún criterio, siguiendo el instinto. Lo que salga. Es un dibujo libre (totalmente) y esa libertad me proporciona los mejores momentos de placer delante de un papel en blanco.
Pasan los horas y fluyo. Realmente. Y por el término «fluir» me refiero a esa fluidez de consciencia de la que habla M. Csíkszentmihályi, en la que me siento totalmente libre para expresar lo que necesito, un vómito incontrolable de líneas que tanto necesito echar de mi cuerpo y que no sé expresar con palabras si no con dibujos.
Y ese flujo se acelera infinitamente más si le añado música. Se parece al hecho de que, para querer llegar a un destino se coja un tren de rápida velocidad. Pues yo me subo a la música y me traslada a mi mundo, en ese que las cosas salen como yo quiero y que tan a gusto estoy.
A veces, en mi cuaderno, salen cosas como esta. Se ha usado la portada del programa de Nits de Clàssica festival de música clásica que se celebra en verano en la ciudad de Girona y el dibujo está inspirado en una fotografía de Aaron Pilsan, un pianista que toca como los ángeles y que me ayuda a transportarme a ese mundo donde tanto tiempo vivo.
También debo decir que no todos los dibujos son suaves y amables si no que hay muchísimos que son feos y desagradables, según el momento y la necesidad de vomitarlos. Eso es lo que tiene la libertad de expresar sobre el papel mi mundo, a veces dulce y a veces asqueroso.