Nadie debería vivir sin música. Yo, al menos, no podría vivir sin ella. La música me conecta con el mundo al compás de las notas. La verdad es que no toda la música me vale, ni toda la música es pertinente en cualquier momento.
El otro día escuché que hombres y mujeres (por lo general) tenemos un comportamiento diferente a la hora de escoger la música que escuchamos cuando estamos tristes o angustiados. Los hombres prefieren la música que refuerza sus sentimientos (agresivos, tristes, lo que sea), mientras que las mujeres tienden a preferir músicas que contrarresten su estado de ánimo.
Yo, como excepción a la regla, contribuyo a confirmarla. Lástima que no tenga el contacto de los investigadores de ese estudio, quienes seguro estarían encantados de poder estudiar más a fondo a una personita como yo, melómana con comportamiento efusivo-posesivo-ahora sí/ahora no.